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Foto del escritorJefferson Andres Bautista Gomez

La variabilidad de la práctica clínica: métricas clave para una atención centrada y efectiva

Variabilidad de la práctica clínica


La variabilidad de la práctica clínica (VPC) representa las diferencias observadas en la atención sanitaria frente a casos similares, no justificadas por la diversidad de necesidades de los pacientes, sino por factores como la falta de estandarización, sesgos clínicos o desigualdad en el acceso a recursos (Wennberg, 2011). La medición y gestión de esta variabilidad es esencial para garantizar equidad, calidad y eficiencia en los sistemas de salud.


Graficas

Métricas para medir la VPC


Indicadores de proceso:


  1. Tasa de adherencia a guías de práctica clínica (GPC): Mide el porcentaje de casos en los que se siguen las recomendaciones basadas en evidencia, lo que evalúa directamente la estandarización de la atención (Scott et al., 2014). La adherencia a GPC se ha relacionado con mejores resultados clínicos y económicos (Kennedy et al., 2010).

  2. Frecuencia de utilización de procedimientos: Examina la variación en el uso de pruebas diagnósticas o tratamientos entre profesionales o regiones, lo cual puede reflejar ineficiencia o inequidad (Partington et al., 2017).


Indicadores de resultado:


  1. Variabilidad en desenlaces clínicos ajustados por riesgo: Identifica diferencias atribuibles a prácticas asistenciales y no a la gravedad del paciente (Youn et al., 2020).

  2. Mortalidad o complicaciones evitables: Compara eventos adversos que podrían prevenirse mediante prácticas estandarizadas (Brennan & Silman, 1992).


Indicadores económicos:


  1. Costos por episodio de atención: Evalúa diferencias económicas asociadas a prácticas divergentes, reflejando posibles ineficiencias (Peabody et al., 2004).

  2. Tasa de glosas o no conformidades: Mide los costos administrativos y financieros derivados de prácticas no alineadas con normativas (Dykes, 2003).


Importancia de la medición


La evaluación de la VPC no solo identifica áreas de mejora, sino que también fomenta una cultura de calidad continua. Estudios han demostrado que reducir la variabilidad innecesaria mejora los desenlaces clínicos y optimiza recursos. Por ejemplo, programas basados en auditorías y bundles asistenciales han logrado una disminución en la variación del manejo de sepsis y otras condiciones críticas (Singer et al., 2016).


Reflexión final


La medición de la VPC no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la excelencia asistencial. Al identificar y gestionar discrepancias, los sistemas de salud pueden avanzar hacia un modelo más equitativo, centrado en el paciente y sostenible.

Una pregunta para reflexionar: ¿cómo podríamos integrar tecnologías como la inteligencia artificial para reducir la variabilidad y personalizar la atención, garantizando un equilibrio entre estandarización y adaptabilidad?


Referencias




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